Durante ese minuto que caminó de la mitad del campo hacia el manchón penal, no hubo nervios. Por la mente de Heriberto Ramón Morales la única idea que se atravesaba era que su disparo tenía que ir cruzado y hacia abajo, tal como lo había hecho cuando jugó en Tercera División y en las inferiores del Atlético Morelia.
El lateral zurdo no estaba contemplado en la lista de cobradores, pero que la final entre Monarcas y Toluca se haya tenido que alargar a la ronda de muerte súbita, fue la circunstancia que provocó que en sus pies estuviera la gloria del único título de liga del club, uno que este 16 de diciembre cumple 25 años.
“Ese séptimo penal lo iba a tirar Darío Franco, pero no lo vi tan convencido, y yo en las divisiones inferiores había tirado mucho tiempo los penales, entonces así se da, yo jugué tantos partidos con Darío que en ese momento no lo vi tan claro, él tenía muchas otras condiciones y habilidades, y a lo mejor en ese momento pensaba más que yo lo que estaba pasando, pero fue así como me hago de la posibilidad de tirarlo”.
Para ese instante, el Estadio Nemesio Diez era un hervidero. Se trataba del Toluca que parecía invencible, el de José Saturdino Cardozo, el que había terminado la temporada del Invierno 2000 con 30 puntos, el de la época dorada que venía de ser campeón un semestre antes y que acumulaba dos títulos más en el mismo número de años.
Sin embargo, Heriberto lucía tranquilo. Con paciencia, colocó el balón como lo creía más conveniente y posteriormente posó sus manos sobre la cintura. En ese momento, la cámara de la transmisión televisiva captó cómo el futbolista le sonreía al silbante Felipe Ramos Rizo.
“Me dijo: ´bueno ya vámonos, ¿no? ´, esto en referencia a que en ese tiempo el estadio no tenía luz y ya se estaba haciendo tarde, y yo lo que le respondí fue un ´sí, pues espero que sí´”. Ese breve diálogo, reconoce el jugador, fue lo que lo terminó por relajar de cara al disparo.
De acuerdo con la ciencia, un segundo tiene una duración de 9.192.631.770 oscilaciones de energía en un átomo de cesio. En términos coloquiales, ese suspiro que implicó observar cómo la pelota ingresó a la portería y sacudió las redes, es algo que todavía le cuesta trabajo describir a Heriberto.
“Cuando veo que entra sé que ya ganamos. Me había tocado en otros momentos y niveles vivir situaciones similares, entonces realmente lo que supe es que ya nos habíamos coronado”.
Tras la anotación, el defensa emprendió una carrera a toda velocidad con esa sonrisa infantil que suele devolver el futbol a todo aquel que experimenta el jugar en una cancha. Su objetivo era dirigirse hacia la zona de gradas donde estaba su familia y un amigo del barrio, pero confundió el escenario y eligió la ruta incorrecta.
Cuando quiso corregir, ya era demasiado tarde: el resto del plantel lo interceptó para festejar en colectivo. Esa celebración, se extendió hacia las gradas con la gente que viajó para apoyar al equipo, por la carretera al regresar a la capital y al día siguiente cuando se llevó a cabo la caravana desde el hotel de concentración hasta el Estadio Morelos.
Mirando a la distancia esa tarde de sábado del 2000, Morales reconoce que nunca se imaginó que estaban frente a algo histórico, ya que era inviable siquiera pensar que el club nunca más ganaría otra copa de liga ni mucho menos que desaparecería de la primera división.
“Yo tengo propiedad en el estadio, siempre me visualicé estando en algún momento con mis hijos y mi papá, pero no pudo ser y realmente eso es triste, porque todos hablan y dicen que el equipo de ahora es el Morelia, y sí, es el representativo, pero el aroma y la esencia que tuvo el club era de otra latitud y de otro momento”.
Lejos de embriagarse de vanidad, asegura que le gustaría que el equipo tuviera más lauros porque considera que se tenía todo lo necesario para lograrlo. Sin embargo, tampoco trata de aferrarse a una respuesta para entender por qué las cosas sucedieron así. Con ese dejo de añoranza que hereda lo vivido, admite que, año con año, solo queda sostenerse en esa historia que a una parte de las nuevas generaciones les termina por parecer increíble e irrepetible.