Han pasado más de tres años desde que Rodolfo “Pípila” Vilchis se retiró del futbol profesional, pero hasta el día de hoy, reconoce que todavía llega a tener sus recaídas de depresión, ese fantasma con el que ha venido lidiando a partir de que tuvo abandonar abruptamente las canchas, los estadios, entrenamientos, vestidores, concentraciones con el equipo, ruedas de prensa y el estatus social que otorga pertenecer a un círculo selectivo de deportistas.
Decir adiós no estaba dentro del plan del exjugador de clubes como Monarcas y Atlas, pero una lesión en el tendón de Aquiles lo fue marginando poco a poco. Su cuerpo no consiguió recuperarse al 100%, por lo que el médico lanzó la advertencia clara: o se aferraba al futbol sin importar las consecuencias físicas o apostaba por tener un futuro digno sin secuelas.
“Empecé a verlo por mis hijos, por mi familia. Ahora entreno a mis niños y yo no quería que me vieran cojeando, que no pudiera trotar con ellos. Fue un golpe muy duro porque duré como año y medio en depresión, todo era muy triste porque yo no me veía retirándome del futbol profesional de esa manera, ¿sabes? Yo quería retirarme dentro de un campo porque fue por lo que luché y trabajé”.
Tratando de evitar dramas innecesarios y aunque estaba convencido de que su carrera merecía terminar de una forma más decorosa, Rodolfo Vilchis, tras concluir contrato con Alebrijes de Oaxaca, simplemente se despidió del deporte sin anunciarlo en rueda de prensa o emitiendo comunicados en redes sociales.

Sin embargo, vendría otro golpe al que los futbolistas pocas veces están preparados: la ruptura de la burbuja. De formar parte de esa industria en el que son vistos como máquinas mediáticas que no solo producen triunfos deportivos, sino dinero, fama, venta de playeras, fans y una idealización casi celestial, pasó a una dinámica de vida más común, como el grueso de los ciudadanos.
“Cuando nosotros estamos activos y por ahí eres un jugador relevante, la gente te admira, te quiere. Todo es color de rosa y alegría, pero cuando eso acaba, te das cuenta que estabas viviendo en una burbuja, pues los que se decían amigos, esos que estaban en tus fiestas y todas tus irresponsabilidades, de repente se van”.
En septiembre pasado, el entrenador del Sevilla, Matías Almeyda, se abrió ante los medios de comunicación y admitió que, además de la parte familiar, tuvo que recurrir a la ayuda de profesionales para darle vuelta a la crisis depresiva en la que se encontraba inmerso tras su retiro de las canchas.
“Es un momento que van a vivir todos los futbolistas, es una parte fea y oscura que tiene alguien que deja de jugar. Yo por eso priorizo que amen el futbol y que lo jueguen hasta donde puedan porque después al 95% no les vuelve a sonar el teléfono nunca más. Ahora solo te llaman cada tanto para hacerte un reportaje, la cantidad de amigos que tenías no está más y dejas de ser ese banco monetario que prestaba dinero. Lo viví en carne propia, y les puedo decir que al mejor, a Diego Armando Maradona, le pasó lo mismo”, reflexionó el estratega argentino.
Ya no vales lo mismo
La psicóloga Virginia Pimentel García explica que, siempre que se presenta un cambio o una pérdida, es normal que se genere un duelo; sin embargo, en el caso de los futbolistas, aclara que la diferencia radica en que no todos los deportistas llegan a ser conscientes de que era algo a lo que se tenían enfrentar en algún momento, además de que se debe contar con los recursos mentales, psicológicos y materiales para poder afrontarlo.
“Puede haber un duelo patológico, que es cuando la persona cae en un estado depresivo porque no existe una aceptación de que ya terminó una etapa de vida, y todo esto también tiene relación con que los futbolistas viven una pérdida de capacidades y evolutiva, siendo la primera aquella en la que te percatas que el cuerpo ya no tiene el mismo rendimiento físico y la segunda es asimilar que ya está quedando atrás ese periodo de juventud o de adultez”.
Si bien no existen generalidades y cada caso debe ser analizado con sus propios matices, la profesional de la salud mental expone que las implicaciones emocionales más comunes que se exteriorizan son la tristeza y la frustración, esto como una consecuencia de dejar de acceder a ciertos privilegios que poseían cuando estaban inmersos en el mundo del futbol.
“Dejas de tener ese estatus es como si de algún modo todo se acabara, entonces eso ocasiona que el ahora exjugador sienta que ya no vale lo mismo porque ya no tienen esa sensación de importancia a la que estaban acostumbrados cuando se encontraban activos”.

Para sobrellevarlo, Pimentel García propone que el concepto del retiro se comience a trabajar desde antes, dado que en las Fuerzas Básicas de los clubes se les prepara a los futbolistas para ser competitivos tanto en lo físico como en lo mental, pero se aborda escasamente lo que va a implicar salir del entorno de ser jugadores profesionales.
Abunda que, a través del concepto de reelaboración, se puede hacer saber a los futbolistas sobre las huellas que dejaron durante su trayectoria, y a su vez, impulsarlos a que hablen colectivamente de su experiencia para que puedan aportar su conocimiento e historia a las nuevas generaciones.
“También el retiro debe ser asumido como el momento de descansar, porque a final de cuentas este mundo es muy demandante en todos los sentidos, entonces es la oportunidad de que puedan realizar otro tipo de actividades, y en caso de que quieran seguir relacionados con el futbol, deben ser conscientes que tienen la capacidad de aportar cosas muy valiosas desde otras áreas”.
Diez minutos en una cancha
Dentro de su casa en su natal Zitácuaro, “Pípila” Vilchis cuenta con un salón que ha atiborrado de recuerdos. En los muros y vitrinas, fue colocando playeras, fotografías, trofeos y todos esos objetos que acumuló durante su carrera como futbolista y que califica como memorias invaluables.
El michoacano no tiene reparos en compartir que encerrarse en ese espacio le implicó por mucho tiempo llorar y pensar en los días pasados. “Te voy a ser sincero, es fecha que aún sueño con estar cinco o diez minutos dentro de una cancha. Es muy difícil, cada quien tiene sus propios fantasmas, cada quien sabe qué hizo bien o mal”.
Aunque no se reprocha nada y afirma que valoró cada día su profesión, señala que la madurez le ha hecho comprender que debió ser más disciplinado, evadir distractores y hallar una estabilidad emocional que le impidiera caer en irresponsabilidades cuando se encontraba en etapas de competencia.
Ahora, como formador de talentos, argumenta que ha encontrado una vía de escape que le funciona para combatir a la depresión. A través del trabajo que realiza en su escuela infantil de futbol, se mantiene involucrado en el deporte, buscando proyectar un mensaje que ayude a que los más jóvenes tengan mejores herramientas para sortear las dificultades que inevitablemente se les presentarán en el camino.
Rodolfo Vilchis tiene 36 años. Sabe que en este momento de su vida la cima en la que, como muchos de sus compañeros, creía habitar, ha quedado reducida a una fantasía. Atrás quedó el estatus social, pero le queda la realidad, esa que, tarde o temprano, a todos los futbolistas del planeta los va a alcanzar.