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Alocer: una derrota lo encumbra como ídolo

Por: | 28 abril, 2024

Francisco Valenzuela


Tres hombres llenos de sangre han subido entre la segunda y tercera cuerda. Son las 10 de la noche y uno de ellos habrá de cargar con la derrota. Mientras están ahí arriba, tratando de conservar el equilibrio, una mesa llena de clavos los espera en la lona, que además está repleta de cristales que minutos antes les estallaron en la cabeza, de palillos chinos que fueron encajados en su frente. El público grita desaforado, no quiere que la batalla termine, pero cuando estos hombres por fin se deciden a descender por los infiernos, el michoacano Alocer se lleva la peor parte. Su espalda cae contra los artefactos punzocortantes y el réferi hace el conteo.

Uno, dos, tres, y Alocer no logra incorporarse. Los otros dos, llamados Cyber Punk y Miedo Extremo, celebran la victoria que sin embargo tiene efectos inversos, pues el gladiador que luce desfallecido ha ganado perdiendo. Su nombre es coreado por los fanáticos: ¡Alocer!, ¡Alocer!, ¡Alocer!, berrea el respetable, que aprovecha para insultar y mentarle la madre a la pareja ganadora que contesta con dedos medios y simulaciones fálicas.

Es la primera vez que la empresa Zona 23 ha brindado una función en Morelia. El acto extremo sucede en el Salón Impala, ubicado en un callejón oscuro y terregoso de la ciudad, ahí donde solo llega la publicidad del alcalde para su reelección, pero nunca las obras del alcalde durante su mandato. Media hora antes del ocaso, Alocer recorre el pasillo de la fama, saluda de mano a varios aficionados y sube al ring. Su atuendo es el básico: calzoncillos y botas negras con torso desnudo, mientras que sus rivales optan por mallas negras con vivos en blanco, pero sus intensiones son muy oscuras.

En esta clase de lucha la única regla es que no hay reglas, pero lo que la hace distinta a todas es su modalidad “Rancho de Texas”, donde alambres de púas son colocados entre las propias cuerdas, creando desde el inicio una sensación de miedo y ansiedad. Alocer tiene por pareja a Cíclope, así que los cuatro hombres se atacan sin piedad desde el arranque de la pelea. Para lastimarse recurren a todo, a un rayador de queso para pasarlo por la frente, a lámparas largas de cristal, a sillas de aluminio que se doblan tras el primer impacto, a jeringas que son inyectadas en los párpados, a bats rodeados de más alambre de púas.

Pero Alocer no tiene miedo alguno, castiga y es castigado, parece rendirse cuando una patada le vuela los dientes, pero se repone pronto y tira de un antebrazo al rival. Aquí la técnica brilla por su ausencia, no hay llaves vistosas y los vuelos son muy básicos, es lucha extrema, así que no llegan los arquitectos ni los pintores ni los sopranos, llegan solo los chicos perdidos del barrio, los outsiders de la casa popular en la colonia popular.

Cuando Alocer es rendido, su compañero es atendido por los paramédicos porque la violencia ha sido demasiada. Una mujer le revisa las pupilas y le toma el pulso, mientras los ganadores alardean allá arriba. Los dos villanos toman el micrófono y después de ser hostiles reconocen que, pese a todo, Alocer les ha dado una gran pelea. El odio se esfuma y los tres levantan los brazos, mientras que los aplausos son dedicados al hombre mal herido.

Alocer soñaba con una victoria en su tierra y al final la ha obtenido. Poco importa si el réferi le contó hasta tres mientras agonizaba de cara a las lámparas.

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