QUÉ TIENE PEP GUARDIOLA EN LA CABEZA
El fútbol era una cosa con una lógica fabril y de repente pasó a ser algo que se había imaginado un catalán de 35 años que entonces vivía en Sinaloa. ¿Cuántas personas en la historia de una disciplina cambian la manera de mirar y de pensar de la humanidad que se dedica a ella? Muchos creen que su Barcelona fue el mejor equipo de la historia. Hoy, el juego de su Manchester City llegó a un nivel tal que en 2021 no logró encontrarle un lugar a Messi. En sus equipos hay una sola cosa innegociable: la pelota es suya. Ignacio Fusco intenta desentrañar cómo piensa uno de los técnicos más ganadores de la historia.
Había una vez un mundo, y apareció Guardiola. A la lógica fabril de un fútbol que se dividía entre rudos y atletas, wines y goleadores, ataque y defensa, italianos o brasileños, ir o aguantar, se le impuso la idea de un tipo al que se le ocurrió mezclar un poco todo: laterales de wines, zagueros de 5, el ataque como defensa, enganches que son goleadores, arqueros con la técnica de un volante central. ¿Cuántas personas en la historia de una disciplina cambian la manera de mirar y de pensar de la humanidad que se dedica a ella? ¿Cuántas? En la música, la literatura, la ingeniería, no importa: cuántas. ¿Una cada cincuenta años? ¿Una cada cien? El fútbol era una cosa y de repente pasó a ser algo que se había imaginado un hombre de 35 años que entonces vivía en el estado de Sinaloa, en Culiacán. Ahí podría comenzar nuestra historia. Es una de las posibles primeras escenas. Todo empieza con una pregunta y un sueño. Estamos en México, año 2006.
Guardiola jugaba en Dorados, el equipo que hace poquito, entre 2018 y 2019, dirigió Maradona. Iba a estar solo diez partidos y hasta se iría a la B, pero había ido ahí porque al equipo lo dirigía Juanma Lillo, un entrenador cuyo fútbol lo había fascinado cuando él todavía era jugador. En el equipo también estaba Ángel Morales, el querido Matute, ex enganche de Independiente, Racing y Huracán. Se hicieron amigos. Iban y venían juntos de los entrenamientos en el auto del catalán. En el medio de esos viajes —se acuerda Matute en esta entrevista con El Gráfico— Pep le preguntó cuál sería el gol ideal para él.
Había una vez un mundo, y apareció Guardiola. A la lógica fabril de un fútbol que se dividía entre rudos y atletas, wines y goleadores, italianos o brasileños, ir o aguantar, se le impuso la idea de un tipo al que se le ocurrió mezclar un poco todo.
—Gambetearme a todos, meterle un caño al arquero —le contestó Matute, bien argentino— y definir de taco.
Guardiola, hijo de Cruyff, le contó el suyo:
—Que se la pasen todos los jugadores del equipo a un toque.
Matute acaso pensó que eso no era un gol: era la coreo de apertura de un acto escolar. Niños vestidos de celeste orbitando alrededor de una pelota. Todos de la mano avanzando juntitos. Un catalán acababa de contarle a un argentino la venida del nuevo fútbol. Una serie de paredes gigantesca; un loco hermoso y descomunal.
El Manchester City de Guardiola —y de Julián Álvarez, y de Erling Haaland, y de Kevin De Bruyne— jugará este sábado 10 de junio a las cuatro de la tarde la final de la Champions League frente al Inter de Lautaro Martínez —y de Joaquín Correa, y de Romelu Lukaku— en Estambul. Para el entrenador que hace 52 años nació en Sampedor será una nueva posibilidad (el equipo inglés perdió la final de 2021 frente al Chelsea de Tuchel) de ganar el trofeo más hermoso de Europa luego de sus primeras dos conquistas —en 2009 y 2011— con los súper Barcelona de Iniesta, Xavi (que no jugaban juntos, como titulares, antes de su llegada), Messi, Villa, Eto’o. Será un fin de semana perfecto para la Logia de los Haters: si pierde, Guardiola aún no lo habrá logrado sin Messi, y si gana, “bueno, no importa —dijo el técnico en una entrevista buenísima con Gol—, porque entonces dirán que fue porque teníamos mucho dinero, y más tarde dirán otra cosa, y así. Es así. Esto es así”. El viaje, la aventura, el juego —un 3-0 al Bayern Munich, un 4-0 al Sevilla, un 7-0 al Leipzig, el 4-0 al Real Madrid—, no son algo que atraiga demasiado al momento de tuitear.
El fútbol es una disputa de espacios: primero hay que pensar cómo se crean y luego llegar antes a ese lugar. Es hermoso escucharlo a Guardiola explicarle eso a Diego Latorre, el comentarista de ESPN. Latorre jugó en el Tenerife entre 1993 y 1995 y ha llegado a visitar el Camp Nou para enfrentar a aquel glorioso Barcelona que tenía a Pep como volante central. El Barsa de Romario, Stoichkov. El Barsa de Cruyff.
“El contrario siempre te defiende con seis. Con seis —dice, repite, se acelera, se entusiasma, se alborota, el entrenador—. Son cuatro en el medio y dos arriba, o tres y tres; son seis. Hablo de nuestro proceso de construcción, de la salida. Son seis. Y nosotros, nosotros, con el arquero, ¿cuántos somos? Somos ocho. Ocho. Arquero, cuatro y tres. Pues entonces, ocho contra seis. Y ese ocho contra seis es muy mecànic… —le brota el catalán— muy, muy mecànic; todo lo que hagamos dependerá siempre de lo que decida ¿quién? El oponente; todo depende del movimiento del oponente. Si a mí, central, me salta el extremo, el que quedó libre ¿quién es? El lateral. El que está libre es el lateral. Bueno: pues ese balón tiene que ir ahí. No me preguntes por qué pero ese balón debe ir ahí. Es toma de decisiones, toma de decisiones todo el tiempo. Por eso —se afirma, golpea una mano con la otra— es que es esto lo que hay que entrenar: `Espacio reducido y toma de decisiones´. Espacio reducido y decidir. Pases de cinco, seis metros, todo muy cerquita. El riesgo de errar un pase cortito es muy pequeño, muy, muy pequeño. Pap, pap, pap, cortito. Y así vas avanzando, hasta llegar allá”.
“Hay un solo parámetro que es innegociable: el balón; yo quiero tener el balón. Todo parte de ahí”.
Pep Guardiola
A Guardiola le gusta mucho el básquet. Cortinas, bloqueos, distraer. “En el básquet —cuenta— hacen un pick and roll en el medio y al final atacan la canasta. O se cierran, juegan afuera y tiran de triple. El fútbol es lo mismo: tienes que atacar a los pivotes y a los centrales. Sin ese proceso todo será mucho, mucho más difícil. Al final, uno de los tres, o sus centrales o su mediocentro, tendrá que atacar a tu pivote. ¿Por qué? Porque tienes que hacer que salgan éstos (los centrales rivales), si no, estarán ahí, estarán ahí —hace el gesto de cortinar, Pep, de un lado a otro— todo el tiempo. Entonces, el espacio a su espalda no existe. Hay una zona, en el fútbol, que no se puede defender. Bajo ninguna circunstancia. No se puede defender”.
Por eso —recuerda el catalán— “hay un solo parámetro que es innegociable: el balón; yo quiero tener el balón. Todo parte de ahí”. ¿Por qué? Para atraer. Atraer y que se abran espacios a la espalda de los que van saliendo. Soldaditos que caen por querer pellizcar un pase de Rúben Dias a Stones. “Por eso yo insisto mucho con jugar desde el portero, porque si el portero se la pasa bien a los centrales, los centrales al mediocentro, el mediocentro al interior, el interior al enganche, el enganche al punta, se genera mucho más juego que con cualquier situación aleatoria”. Y entonces, de repente, De Bruyne y Bernardo Silva, ahí sobre la derecha, los dos juntos, mano a mano con Modric o con el último defensor. El toque es la lógica. Abrir las aguas. Luego, el vuelo. La libertad.
“En Catalunya y en España hay una cita que dice: `Que meen con la suya´. Que meen con la suya —se sonríe Guardiola en la charla con el comentarista de ESPN—. Porque vas a perder, y si no te crees lo que has intentado vas a cambiar, y ahí sí estarás perdido de verdad. Es antes de empezar cuando tienes que preguntarte `bueno, ¿qué me gusta a mí?´. Porque, oye, los entrenadores también tienen derecho a ser felices. Los entrenadores también tienen derecho a ser felices, no solo los jugadores; los entrenadores también tienen el derecho de pasárselo bien, no solo los jugadores. Y la única manera de pasárselo bien es haciendo algo en lo que tú crees”.
Bueno, justo ahora que Messi ha contado que se irá a jugar al Inter Miami —diecinueve años después de su debut en el Barcelona, el hombre que ha sido Maradona todos los días ha elegido descansar—, hay una historia que acaso concentre mejor que todas cómo piensa el fútbol el señor Pep. Hubo tres momentos en los que el capitán argentino estuvo cerca de reencontrarse con el entrenador catalán: en 2016, 2020 y 2021. El del 2020 fue después del abusivo 8-2 del Bayern Munich al Barcelona (mundo en pandemia, estadios en silencio, Final Four de Lisboa, Portugal) por los cuartos de final de la Champions League. Messi lo llamó a Guardiola y le dijo: “Quiero ir ahí”. Tiempos de la que fue una de las palabras del año: burofax.
“De hecho los planes económicos se hicieron, pero sobre todo los que más le interesaban a Guardiola, que eran los del juego —le devela a TNT Fútbol el ex atleta Martí Perarnau, amigo del entrenador, autor del libro Herr Pep, una crónica desde adentro sobre sus tres temporadas en el fútbol alemán—. La pregunta que se había hecho era cómo hacer para encajar a un Leo Messi en el estilo de juego tan coral, tan armónico, de un Manchester City que no tiene una gran estrella, y sinceramente avanzó mucho en ese terreno”.
Pero Messi —a la larga también un empleado— se tuvo que quedar una temporada más en el Camp Nou. Y acá viene lo fabuloso de la historia.
“Yo necesito enemigos; necesito gente que hable mal, gente que me odie, que desee con todos sus deseos que no me vaya bien. Así que bueno, ahí es cuando tú dices: `Okey: vamos a ver´”
Pep Guardiola
Un año después, en 2021, ahora sí Messi se iba a ir. Sin embargo, continúa Perarnau, “Pep ya tenía otras ideas de juego, había llegado Rúben Dias al equipo, la estructura defensiva estaba más organizada, había logrado un City más coral, más armónico, y ese encaje que un año antes había intentando hacer ahora ya no lo veía”.
En el silencio de su oficina, el mejor técnico del mundo piensa qué pasaría si el mejor jugador del mundo se sumara al mejor equipo del mundo en la mejor liga del mundo, y la cuenta no le da; no le da. Nota al pie: si esto fuera una carrera por el clickbait diríamos que en el pan y queso Guardiola eligió a Rúben Dias antes que a Messi, y que nos vengan a buscar.
Además, otra historia nos avala. En su última temporada juntos, la 2011-12, Messi metió 73 goles (en la tabla de goleadores del Barcelona lo siguieron Alexis Sánchez y Cesc Fábregas, que juntaron 30 entre los dos). Mientras eso pasaba, Guardiola tomaba pastillas para dormir, sufrió una hernia discal: la estrella del equipo era un agujero negro que había absorbido a todos los otros jugadores del plantel. Llamó a Alex Ferguson. Lo cuenta el periodista Guillem Balagué en el libro Pep Guardiola, otra manera de ganar. Hacía 26 años que Ferguson estaba al mando del Manchester United: había ganado mil veces con mil estrellas a las que después tuvo que cesantear. “Si te encuentras en una situación en que el equilibrio parece haberse roto —le preguntó Guardiola—, ¿qué haces?”. Escribe Balagué: “Probablemente, la respuesta que recibió no era la que deseaba escuchar: cambias los jugadores”. Un alien nacido en Rosario le había implosionado todo. Fue la última temporada de Guardiola en el Barcelona. Se fue él.
El del sábado será el partido 161 que dirigirá en la Champions League. Su balance es casi una fake news: ganó 100 encuentros y perdió 26. Ésta es, por otro lado, la decimocuarta edición en la que participa: en diez llegó a las semifinales. “Ya yo sé que mi paso por este club (el City) será juzgado por si gané la Champions. No estoy de acuerdo con eso, pero está claro que es así, las cosas son así”, dijo hace poco en una conferencia. El tema, como siempre, es qué pasa cuando se hace zoom en esas veces que no lo logró; las seis semifinales en las que cayó fueron ante el Inter de Mourinho, el Chelsea de Drogba (ambas con Barcelona, en 2010 y 2012), el Real Madrid de Ronaldo y el Barcelona de Messi, Suárez y Neymar (con el Bayern Munich, en 2014 y 2015), el Atlético de Madrid de Simeone en 2016 (también con el Bayern) y la última, en 2022, ya con el City, frente al milagroso y misterioso Real Madrid de Courtois, Vinicius y Benzema. Salvo el Aleti, todos esos equipos fueron después campeones de la edición, y todo esto sin contar —ya que el juego, con el tiempo, a veces se olvida— que el Inter, el Aleti y el año pasado el Madrid se comieron bruto baile frente a las creaciones de Pep. Un asterisco, un inciso, aquí: Pep, el entrenador que más veces eliminó a la Casa Blanca (2011, 2020 y 2023) en la historia de la Champions League.
“Yo necesito enemigos —ha dicho una vez Guardiola—; necesito gente que hable mal, gente que me odie, que desee con todos sus deseos que no me vaya bien. Así que bueno, ahí es cuando tú dices: `Okey: vamos a ver´”.
Este sábado, en la eterna Turquía, lo que acaso veamos será lo que él tanto soñó. Un ballet impiadoso. Once niños vestidos de celeste orbitando alrededor de la pelota, como un sol.